miércoles, 23 de febrero de 2022

Lento pero viene… el futuro de la educación llega ¡y es inclusivo!



La pandemia nos ha refrescado la conciencia acerca de la diversidad, y el retorno a clase nos depara nuevos niveles de ésta en la escuela.

En la versión escolar pre-pandémica, ya sea por el efecto del uniforme escolar o por la tradición adulto-céntrica, muchas de las características individuales de los estudiantes sucumbían ante la verticalidad y rigidez de la cultura escolar. Con el avance del Whatsapp y de las pantallas, durante dos años, las características particulares de los estudiantes fueron una y otra vez expuestas. Desde la variedad de medios por los que accedieron a la información o que usaron para comunicarse, hasta el nivel de apoyo que recibieron en casa o la brecha curricular con que llegaron y terminaron.

A estas alturas, todos deberíamos poder ver cuán natural es que haya diferencias entre nosotros y en la forma en cómo aprendemos. De hecho, cada vez hay más docentes y líderes escolares que reconocen que esa diversidad hace que un rasgo indispensable del docente sea la flexibilidad de su enseñanza y su capacidad para involucrarse con el proceso individual de aprendizaje de cada estudiante.

Es cierto que muchas de las características del sistema educativo hacen que el trabajo del docente para flexibilizar su enseñanza y atender de manera más personalizada a los estudiantes sea una tarea titánica. Tampoco podemos obviar que el punto de partida está tan lejos del objetivo, que a veces sentimos que se avanza muy poco. Persisten baches de incoherencia del sistema en los que tropiezan las innovaciones de docentes y gestores que no se sienten habilitados por el sistema para innovar y cocrear nuevas formas de responder a los retos y aprovechar las oportunidades que plantea la diversidad y la inclusión.

Pero estas dificultades no deben impedirnos ver lo que sí se ha avanzado y lo que sí tenemos hoy mismo como sistema, pues configura una importante oportunidad para inspirarnos y apalancar otros avances, ya sean institucionales o individuales.

En primer lugar, los documentos marco de la educación peruana han incorporado la educación inclusiva. El Currículo Nacional de Educación Básica tiene un enfoque de inclusión y atención a la diversidad. El Marco Buen Desempeño Docente habla de un docente que valora la inclusión y la diversidad. El Proyecto Educativo Nacional al 2036 tiene como de uno de sus propósitos la inclusión y la equidad. Finalmente, el Reglamento de la Ley General de Educación –recientemente modificado por el D.S. N° 007-2021-MINEDU- desarrolla un concepto de educación inclusiva desde una mirada amplia y abarcadora incluyendo temas tan importantes como las barreras, el DUA, los sistemas de apoyo, entre varios otros.

A nivel más operativo, la norma de matrícula protege contra la discriminación de ciertos grupos vulnerables y evita que se niegue la matrícula por no contar con requisitos formales como un certificado de discapacidad. La norma de evaluación pone un alto énfasis en la importancia de la evaluación formativa y la retroalimentación, aspectos clave para la práctica inclusiva. Los lineamientos de tutoría y orientación educativa plantean la figura de un responsable de inclusión de la escuela. Las orientaciones para los SAANEE para realizar la evaluación psicopedagógica suponen un completo cambio de mirada sobre la discapacidad, con un énfasis en las barreras del entorno.

Estos son solo algunos de un conjunto de pequeños pasos. Por supuesto, que no son suficientes, pues persisten desafíos enormes que afectan la educación de miles de niños, niñas y adolescentes que aún se sienten como “extraños” en su escuela.

Y como cada uno de estos progresos tiene detrás el trabajo de organizaciones y colectivos que han puesto por años el tema de la equidad en la agenda educativa, a través de estas líneas quiero hacer un llamado a hacer una sola fuerza para promover políticas y programas que favorezcan la educación rural, la educación intercultural, la educación con enfoque de género, la protección de la población afroperuana, de estudiantes de otra nacionalidad y otras minorías, etc.

Solo una escuela dispuesta a acoger las presencias e identidades de todas las personas podrá ser capaz de iniciar procesos de cambio que aprovechen este “futuro de la educación” que ya está aquí y que es, tiene que ser, por sobre todo el de una escuela, una sociedad, un país inclusivo.

Por: Marcia Rivas

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